Una casa vieja cerca de la playa – Relato erótico 

Una casa vieja cerca de la playa – Relato erótico 

Vuelvo a este lugar lleno de recuerdos, tan valiosos para mí.

Vuelvo a este lugar otro verano, pero esta vez la casa está en silencio. No hay risas ni gemidos, mucho menos el olor de esa chica que estuvo aquí conmigo el verano pasado.

Susana era su nombre, y era mi compañera de trabajo.

Almuñecar era el lugar donde estaba la casa que me dejaron mis padres, como una pequeña luego de que ambos murieron, tiempo atrás.

Siempre que visitaba aquella casa todo era melancolía y tristeza, sin embargo, estaba muy cerca del mar, y podía irme caminando.

En el verano anterior, cuando vino Susana, parecía que este pueblo estático estaba lleno de vida. Nunca se había quedado en una casa tan vieja, pero estaba encantada. Yo también.

Pasábamos el día en la playa o pasábamos el día leyendo algún libro incluso dormíamos a la luz de las estrellas. Y puedo decir que nunca he sentido tanto deseo por alguien. Sin embargo, tenía miedo de dar el primer paso, tímido como he sido siempre.

Hasta que una noche, mientras veía el techo, intentando dormir, ella entró en la habitación; estaba desnuda y de esa forma, sigilosamente, se introdujo en mi cama.

Unió sus labios a los míos, en lo que pareció un choque eléctrico y luego me introdujo dentro de ella. Nunca había sentido tan viva la carne de nadie.

Me cabalgó ella, pues yo estaba en estado de shock, montándome y tocándose, vibrando desde su pelo negro hasta sus piernas. Cuando tuvo su clímax, me clavó las uñas del pecho y la marca no se me quitó en todo el verano.

No se levantó, sino que siguió hasta que me hizo correrme dentro, como nunca me he corrido jamás. Luego se levantó y no volvió. No pude dormir más esa noche.

No hablamos de eso, pero todas las noches restantes, siguió volviendo a mi habitación. Ya un poco más acostumbrado a ella, no me quedaba tieso y erecto, sino que participaba, dándole todo de mí.

Y las risas de Susana dejaron de ser lo único que se confundía con el sonido del mar, pues sus gemidos de todas las noches se quedaron grabados en esta casa vieja.

No tengo muchos con mis padres en esta casa, al menos no, muchos que valga la pena mencionar. Pero ese verano que pasé aquí con Susana, fue quizás lo más bonito que he tenido aquí.

Ahora vuelvo y no puedo hacer sino recordarla. Luego de que volviéramos a la ciudad, ella me dijo que se iría a otro país, a estudiar ese máster que tanto quería. Me dijo que la podía visitar cuando quisiese, pero yo prefiero quedarme con el recuerdo de cuando íbamos a la playa, leíamos en silencio o follábamos en esta casa vieja. Sé que quizás debería ir a visitarla, y quedarme un tiempo; a ella le gustaría.

…

Luego de dormir un par de días aquí, en esta soledad y de tocarme recordando esos momentos, sufriendo y disfrutando, creo que lo mejor que puedo hacer es vender esta casa vieja, y visitar a Susana.

Así quizás revivir algo de esas noches.