Un hombre maduro con un anillo de pene
¿Me gustan los hombres maduros? Respuesta corta: no. Respuesta larga: siempre estoy dispuesto a intentar algo nuevo. Por la experiencia, por las sensaciones, y porque nunca sé con qué me encontraré. Probando cosas nuevas, descubrí que me gustan los tíos. Cuando quedé con ese hombre, no tenía muchas expectativas. Pero entonces lo vi desnudo, con esa lanza enorme, y ese anillo de pene haciéndolo vibrar ligeramente…
Un hombre maduro
Era de esos hombres de bigote y pelo en pecho. Aunque lejos de tener una barriga cervecera, como muchos de sus contemporáneos, se mantenía en perfecta forma. Su voz gruesa y espesa, como su olor profundo, me generaban escalofríos.
Nos conocimos en circunstancias que en este momento no vale mencionar. Casi por accidente, terminamos quedando.
Me invitó a su piso, que estaba bastante bien. Vivía solo y estaba divorciado. Había tenido esposa e hijos, hasta que se cansó de fingir. Era un hombre, según decía, quizás más hombre que los demás, porque le encantaban los hombres.
No pasó mucho tiempo hasta que nos empezamos a besar. Su bigote me hacía cosquillas en el rostro, pero me gustaba. Era una sensación distinta. Además, su aliento era fresco y mentolado.
Me sorprendió descendiendo hacia el sur, abriéndome la bragueta y dejando salir mi polla, que comenzaba a despertar de su letargo.
Y la chupó de una forma desesperada, como si sintiera que mi polla se fuese a derretir entre su saliva, y que sería la última que tendría la oportunidad de comerse. Yo solo apretaba y me trataba de asir de algo, para que las piernas no me fallaran.
Un hombre maduro con un anillo de pene
Después de chuparme, nos seguimos besando, y comenzamos a desvestirnos poco a poco. Me gustó verlo desnudo. Daba gusto tocar su cuerpo, suave, pero a la vez masculino.
Así desnudo, solo quería entrar en él, y follarlo como se tiene que follar a un hombre, con fuerzas, que sienta cada centímetro dentro.
Lo vi entonces colocándose el anillo de pene, que me parecía un poco gracioso.
«Es para disfrutar más», me dijo.
Entonces se puso en cuatro patas, con ese culo bien abierto, que yo obviamente devoré. Mientras tanto, con una mano lo masturbaba, sintiendo como vibraba su polla, por lo intenso que era el anillo. Palpaba esa lanza como tiene que ser, de arriba abajo, con arte. Él gruñía entre mis manos.
Le puse un poco de lubricante, me puse un preservativo y entré. Podía sentir un poco de la vibración, y lo sentía a él masturbándose, mientras gruñía con más fuerzas.
Conforme fui aumentando el ritmo, buscando mi orgasmo, él dejó de gruñir y empezó a gemir, con la forma más aguda que podía alcanzar su gruesa voz.
No tardó más en correrse, dejando su semilla sobre la cama. Pero yo le seguí dando, aunque él se deshacía entre mis brazos. Agarrándolo de las caderas, me corrí y me corrí.
Cuando nos recuperamos, quisimos repetir, esta vez siendo yo el ensartado. Entonces, solo por probar, le pedí prestado el anillo para pene.
Me gusta probar nuevas cosas, y me apreció que él disfrutaba tanto, que no pude evitar el intentar tener un orgasmo tan potente como él.
0 Comments 27 septiembre, 2022