Masaje erótico con velas
La música relajante entraba por los oídos de ambos. El cuarto se encontraba iluminado por un par de velas encendidas, que posteriormente proporcionarían el aceite para el masaje erótico. Los labios de los dos se tocaban, se abrían, daban paso a las lenguas húmedas, y jugaban en un ir y venir.
Los brazos de ellas se restregaban contra la espalda de él, y losa brazos de él, pasaban desde la espalda hasta las nalgas. Eventualmente iban al cuello, eventualmente se acercaban al rostro. Se besaban como si el propósito de todo aquello era únicamente besarse. Pero había algo más.
Masaje erótico con velas
De la misma forma en que es difícil arrancar una presa de las fauces de un depredador, así les fue difícil separarse, pero lo lograron. Ella se acostó boca abajo, mostrándole su cuello, su espalda, su culo y sus piernas.
Al apagar la primera vela, la luz de la habitación descendió. Ella sintió el aceite caliente vertiéndose sobre su espalda, más caliente que la semilla de él, que se había derramado otras veces en ese mismo lugar. Entonces él empezó a frotar con sus manos grandes y suaves en aquellos lugares que tanto la relajaba.
El tacto deslizándose por su piel con lentitud, pero con firmeza, aflojaba su cuerpo, que, de a momentos, parecía derretirse entre aquel tacto.
Así se mantuvo un tiempo, haciendo que ella estuviera en ese estado tan deleitoso, entre el sueño y la vigilia.
Pero cuando apagó la segunda velo y volvió a verter el aceite caliente sobre su cuerpo, el tacto dejó de ser netamente relajante, para pasa a ser algo más erótico, concentrándose en esa zona que es puro fuego. Empezando por sus nalgas, que se encontraban adoloridas por el reciente ejercicio, y cuyo tacto le enviaba punzadas en su centro. Luego en medio de las piernas, entre sus muslos, que estaban tensos, para llegar al coño, que húmedo, se abría para ser tocado y masajeado por sus manos expertas.
Masaje erótico con final feliz
Y mientras la tocaba, frotando ese centro que se hinchaba, ella abría más y más las piernas.
Con su culo al descubierto, él se inclinó y empezó a comérselo mientras la seguía masturbándola. Ella se incorporó un poco casi estando en cuatro aptas, para permitirle que se sirviera de ese plato, y que disfrutara lo que estaba ahí para él.
Introdujo un dedo, y sentía que ella estaba más abierta que eso. Introdujo dos, y ella le pidió tres. Así lo apretaba, mientras sus dedos entraban y salían, mientras él seguía comiéndole el culo.
Ella iba hacia atrás y hacia adelante, como en un perrito convencional, y él luchaba por seguir comiéndole el culo, que se dilataba más conforme pasaba la lengua por él. Estaba tan duro él mismo que deseaba masturbarse, pero más deseaba masturbarla a ella, follarla con sus dedos, como pensaba en follarla con su polla.
Sin embargo, en ese momento, más que desear follarla, deseaba que se corriera.
Empujando los dedos bien adentro, como su coño abierto y húmedo se lo permitía, él la siguió follando, y comiéndole el culo.
Entonces en un gran espasmo, todo explotó. El orgasmo estaba ahí. Entonces él paró y lentamente sacó los dedos, besándola en el cuello y acariciándola.
Mientras ella volvía a masajear su cuerpo relajado por aquel final feliz, los aromas deliciosos de la vela hicieron que se quedara dormida, bien satisfecha.
0 Comments 21 septiembre, 2022