Hacer el amor en la ducha – Relato erótico

Hacer el amor en la ducha – Relato erótico

Luego de cierta cantidad de años en una relación seria, el sexo comienza a convertirse en algo rutinario si no se tiene especial cuidado. Mi novio y yo estamos juntos desde hace más de 10 años. Ambos nos conocimos en el pueblo vivíamos, un lugar atrapado en el pasado, no era de extrañarse que al ser ambos chicos, corriéramos el peligro de un terrible escándalo. Al principio, el sentimiento de lo prohibido nos mantuvo en la cama durante mucho tiempo, probando toda clase de cosas. Mi culo aun recuerda esa época con escalofrío. Pero el tiempo fue enfriando el dormitorio, aunque afortunadamente el amor nos mantenía juntos.

Esa tarde llegué a casa pensando en el pasado, recordando los polvos más salvajes en los lugares más insólitos y me entraron unas ganas increíbles de montar a mi hombre. Por suerte para mi, él se encontraba en el baño tomando una ducha.

―Cari, llegué a casa ―saludé abriendo la puerta del baño.

―Hola corazón, dame unos minutos que salga del baño y te doy un beso ―respondió él, pero yo estaba más concentrado en desnudarme en ese momento.

―Mejor dámelo ahora ―pedí abriendo la puerta de la ducha y entrando.

Por un momento mi chico me miró con sorpresa antes de sonreír con picardía y atraerme hacia él, debajo del agua caliente. Sus labios me encontraron bajo el flujo del agua y nuestros cuerpos, acostumbrados el uno al otro, respondieron inmediatamente. El deseo nos atravesó como un rayo y nuestras bocas abandonaron el suave beso de bienvenida, pasando a uno más hambriento.

―Ahora que lo pienso, nunca lo hemos hecho en la ducha ― me dijo él tomando mi polla firmemente y trabajándola rudamente, tal como me gustaba.

No pude formular más sonido que el de un gemido antes de que mi hombre me pegara contra las baldosas y se pusiera de cuclillas, sentí sus dedos trabajar mi entrada con jabón, limpiándome a profundidad. Cuando estaba listo y jadeando, su lengua se deslizo en mi culo, follándome con mucho vigor. Mis ojos se arrastraron del techo hasta él, descubriendo que su mano trabaja su polla con dureza mientras su boca me comía el culo.

―Ven, fóllame ―supliqué tirando un poco de su cabello.

Se puso de pie rápidamente agarrándome las caderas para guiar su erección al punto dulce donde lo necesitaba. Entró con toda la facilidad que el deseo permite y luego de darme unos segundos para acostumbrarme a la intromisión, comenzó a follarme con embistes profundos y rápidos.

El calor del agua sobre mi piel, la sensación de su polla entrando en mí y los sonidos húmedos mezclados con gemidos, me llevaron al clímax con sorprendente rapidez. Ni siquiera tuve que tocar mi polla para alcanzar ese dulce lugar feliz, segundos después aquella deliciosa polla que tanto amaba, abandonó mi entrada para cubrirme la espalda con su liquido lechoso.

Jadeantes, enamorados y felices, nos abrazamos lo que pareció una eternidad bajo el agua caliente.

―Acabo de cogerle más cariño a esta ducha ―fue lo único que dije mientras reía suavemente, complacido.

Fin