El mejor despertador
María estaba aturdida. Tardó un poco en introducir la llave en la cerradura, pues los tragos le nublaban un poco la visión. Cuando logró abrir la puerta, entró en su piso, que se encontraba a oscuras. En la sala se despojó de sus tacones altos y del vestido que definía tan bien las formas de su cuerpo. Tomó un vaso de agua y temblorosa se dirigió a la habitación, donde la esperaba su pareja, quien de seguro tenía horas durmiendo.
María había asistido a un evento de la empresa donde trabajaba. Estaban celebrando un exitoso año y brindaron con entusiasmo para que el siguiente trajera mejores resultados. Pero con tanto brindis, una cantidad considerable de champagne se deslizó por la garganta de María, bajando hacia el estómago, para luego distribuirse en su torrente sanguíneo y asentarse en su cerebro. Todo habría estado bien, de no ser porque cuando la chica tomaba, se excitaba terriblemente.
Durante la fiesta no pudo evitar que su imaginación volara, figurándose escenas variopintas con algunos de sus compañeros e incluso con algunas chicas. Pudo haber realizado algo indebido, puesto que una o dos personas la miraron con la misma lascivia con la que ella miraba, pero en casa la esperaba su pareja. Y prefería ahorrar todo ese deseo para luego soltarlo en una sola persona.
Dentro de la habitación, se encontró con el sonido de la respiración de José. María se acercó a la cama en silencio, sin pretender despertarlo y se deslizó entre las sábanas para acostarse a su lado. Boca arriba como estaba, llevó una mano a su entrepierna, encontrándose con un río caudaloso y expectante.
Esa situación la excitaba. Saber que su pareja dormía a su lado y que cualquier movimiento brusco lo despertaría. Por lo tanto, si pretendía satisfacerse, tendría que hacerlo de la forma más cuidadosa. Teniendo que mantener todo su cuerpo tieso, la tensión se acumulaba en sus zonas erógenas, haciéndola sentir más placer.
Pero no podía tocarse como deseaba, apenas introducir un par de dedos tiesos dentro suyo. Le hacía falta algo más, más salvaje, más fuerte. Y si no lo obtenía, enloquecería. Por eso se dirigió al lugar del que obtenía tanto placer: la entrepierna de José, su chico. Engulló su sexo dormido con gusto, sintiendo como la sangre se agolpaba en ese trozo de carne que tenía dentro de su boca. Se endurecía y daba respingones, tal y como a ella le gustaba.
José no despertó del todo, pero se retorcía como una serpiente, sintiéndose dentro de la boca de María, quien disfrutaba de ese sexo endurecido. Deseaba hacerlo acabar y que llenara su boca por completo, pero la chica sabía que eso no sería suficiente para saciarla, así que se subió sobre él, introduciendo esa erección en su sexo.
Una vez arriba, los ojos de José se abrieron, mirándola con la lascivia que tanto le gustaba. El hombre tomó sus caderas firmemente mientras chocaba su propia pelvis con la de ella en una penetración potente. Aquello era lo que María había esperado durante toda la noche y, curiosamente, José también, puesto que también había guardado todo su deseo para ella, esperando ser despertado a la llegada. Excitado en el aliento a champagne y lo desinhibida que se encontraba la chica, no tardó en llenarla por completo.
Luego de que él alcanzara el clímax, María se movió rápidamente para introducirlo en su boca y así saborear los residuos del orgasmo, haciendo que José se retorciera aún. El hombre ya estaba despierto y consciente, dispuesto a más y el deseo de María era un gran incendio al que apenas le habían lanzado un vaso de agua. Así que luego de unos minutos de estimulación oral, José se subió sobre la chica para penetrarla y disfrutarla, dejando que el día los sorprendiera en medio de una deliciosa sesión.
0 Comments 11 diciembre, 2019