No hay pena que un orgasmo no pueda borrar  

Era un día gris y lluvioso. La mujer, de largos oscuros rizos, se despertó sintiéndose un tanto melancólica, incapaz de encontrar el ánimo para enfrentar el mundo exterior. Decidió entonces que aquel día se quedaría en casa, alejada del bullicio y las responsabilidades que tanto la agobiaban.

Observó cómo las gotas de lluvia resbalaban por la ventana, creando un ritmo suave y constante. El sonido parecía acariciar su tristeza, suspirando con cada golpe en el cristal. Se envolvió en su bata de seda, buscando un poco de consuelo en la suavidad del tejido.

Descendió las escaleras y llegó a la cocina. Preparó una taza de té caliente, dejando que el vapor reconfortante le acariciara el rostro. Se acomodó en un rincón acogedor de su sala de estar, rodeada de libros y música suave. A medida que el té inundaba su cuerpo, sentía cómo el calor la abrazaba, llevándola a un estado de calma.

Sin embargo, a pesar de su intento por encontrar consuelo, todavía persistía una ligera tristeza en su interior. Pensamientos que la llevaban a escenas anteriores se agolpaban en su mente, amenazando con nublar su día. Fue entonces cuando decidió tomar un baño, un santuario donde buscaba refugio y consuelo.

Llenó la bañera con agua tibia, agregando unas gotas de aceite esencial de lavanda. No olvidó llevar con ella a su acompañante, su fiel amigo, ese juguete con el que tantos buenos ratos pasaba. El aroma suave y relajante se elevó en el aire, llenando el espacio con una sensación de serenidad. La mujer se sumergió en el agua, sintiendo cómo los problemas se desvanecían lentamente.

Cerró los ojos y dejó que el agua la envolviera, abrazándola en su suavidad. Cada gota parecía borrar sus preocupaciones y lavar sus penas. El sonido del agua cayendo era como una melodía reconfortante, que la transportaba a un lugar de paz y tranquilidad.

Mientras se sumergía en la bañera, la mujer se permitió sentir todas las emociones que la habían abrumado. El deseo sin ser cumplido, las frustraciones pasadas, la amargura, y una gran excitación se apodero de ella. deseaba tocarse. Y ahí estaba para ella, su amigo fiel, su juguete sexual https://tienda.elcajondetussecretos.com/ que siempre la acompañaba en esos momentos de tristeza y melancolía, permitiéndole sacar afuera esos deseos tan profundos y suyos.

Poco a poco, la mujer sintió cómo la tristeza se desvanecía, reemplazada por una sensación de renovación. El agua la envolvía, limpiando su cuerpo y su espíritu. Cada respiración profunda era como un renacimiento, infundiéndola con una energía renovada. Y cada vibración penetraba en su interior tan hondo que se estremecía.

El sonido del agua, las vibraciones, la estimulación que aumentaba su intensidad, y sus propios dedos entrando, todo se aglomeraba en su interior. Limpiaban todos aquellos sentimientos negativos que la agobiaban, y la llevaban, poco a poco, a ese clímax, a esa liberación de la tensión. A ese orgasmo que llegó con un sonoro suspiro y que la dejó exhausta.

Cuando finalmente salió de la bañera, se envolvió en una suave toalla y se miró al espejo. Su reflejo mostraba a una mujer empoderada, llena de fuerza y ​​determinación. Aquel baño había sido más que un simple acto de limpieza había sido una experiencia de autodescubrimiento y autocuidado.

Miró a su fiel amigo, y pensó en cómo se sentía antes de darse un baño, y se dijo a si misma «no hay pena que un orgasmo no pueda borrar».

Fin.