Juguete sexual para una sesión interminable
Algunos se preguntan: ¿para qué durar más? ¿Para qué usar un juguete sexual para no correrte tan rápido? Si, a fin de cuentas, correrte es lo que deseas. ¿Por qué hacerlo?
¿Cómo explicarles a estas personas que, al menos para mí, la carrera en sí se siente mejor que cruzar la línea de meta? Dejar salir eso que tengo dentro, que he producido durante el encuentro; se siente bien, y es una recompensa, pero no lo hago por eso…
Se abre la sesión
El cuerpo de una mujer es un país a veces se siente como un país: algo inabarcable, interminable. La vez con ropa, ves su camiseta, sus vaqueros rotos, sus pies… te parece que es tan poco, tan pequeña; y, sin embargo, aquí está frente a ti, desnuda y abierta en toda su extensión, como una ofrenda en un ritual, abriendo la sesión. Todo de ella te parece interminable. Miras sus ojos, esos ojos verdes; su frente, que empieza a sudar un poco, y en donde nace su pelo, y te das cuenta de que tienes un mundo frente a ti.
Llegar al fondo, o más bien al centro, te lleva una eternidad. Antes, te detienes en esos dos limones, que apenas se notan, coronados por dos puntos erectos y duros, pequeños, que lames, mientras su cuerpo se arquea hacia ti. Sus uñas largas en tu espalda, marcándote. No para liberar tensión, sino por el gusto de la sensación que deja el apenas cercenar la piel. Yo mordisqueo un poco estos puntos, y ella se estremece.
Para cuando estoy en el centro, siento la sangre agolparse, y me doy algo de alivio, estimulándome yo también.
Es entonces cuando tomo el juguete sexual y me lo pongo. Me aprieta, y la sangre se agolpa más violentamente. Pero las sensaciones cambian, son más intensas, y me puedo masturbar a mis anchas mientras le como el coño.
Juguete sexual para una sesión interminable
Está húmeda, abierta, preparada. Late, se ve desde afuera. Parece hambrienta de tragarme y yo quiero ser tragado. Primero entro, estando frente a ella, mientras se toca. Le levanto la pierna, y recostado de ella, le doy y le doy. Luego le subo las dos piernas, casi pegándolas a sus orejas. Aquí entro bastante profundo, y siento que me aprieta más de lo que debería, porque las piernas están muy juntas, así que lo siento con más intensidad.
Ella luego se levanta y me dice que lo quiere de perrito.
Se ve muy firme. Se siente muy firme cuando entro, y doy el primer golpe con mi pelvis, para entrar profundo. Siento que adentro me aprieta. Como me aprieto yo mismo, a veces, con mi propia mano.
Me inclino un poco, me sostengo con una mano, y con la otra palpo su pecho, palpo su coño, especialmente su clítoris, que está hinchado. Está húmedo, y cada tacto, y cada penetración, todo se siente tan intenso, que ambos queremos gritar sin parar.
Es una sesión interminable: ella se deja caer, solo manteniendo elevado su culo, del que me sostengo para seguir entrando y saliendo. Su espalda está sudada y su pelo está revuelto. Su cara, recostada contra el colchón, gime, gime, gime.
Calla de repente. ¿Se ha desmayado? Me pregunto, preocupado. Pero vuelve a gemir, esta vez con más intensidad que antes. Se levanta con las manos, otra vez firmes, echándose hacia atrás para que la penetre más profundo. Una, dos, tres embestidas, y vuelve a estar laxa. Se ha corrido y yo estoy a punto.
La tomo con energía de las caderas y la atraigo hacia mí, dándole y dándole con fuerza, entre sus gemidos, hasta que me corro yo.
Y exploto tan intensamente que podría apostar que el juguete sexual, ese anillo mágico, se rompió en la descarga. Pero, cuando me echo a su lado y la abrazo, sigue ahí, sin darle tregua a mi pobre elección. Siempre lo digo: es mejor la carrera que el final.
0 Comments 25 enero, 2023