Un orgasmo con bolas anales
Ella ya lo había hecho una vez, el sacarse las bolas anales durante el orgasmo. Aquella vez era la primera vez. A ella le gustaba mucho jugar con su culo, ser comida, ser penetrada, pero quería algo distinto. Un juego, quizás, más elaborado o exótico, si se quiere. De esa forma, y con mucho lubricante, se introdujo las bolas anales, mientras, en posición de perrito, se masturbaba. Ahí, en ese orgasmo, en la cima de la colina, se las sacó rápidamente, aunque teniendo cuidado de no lastimarse. Un orgasmo con bolas anales, que fue como una explosión, que la dejó tendida boca abajo, en un éxtasis infinito.
Esa era la segunda vez que intentaría un orgasmo con bolas anales.
Buscando de nuevo el orgasmo
Recientemente se había depilado por completo. Tenía una obsesión por la sensación en la piel que quedaba después de la depilación. no el afeitarse con un rastrillo, que muchas veces suele ser una sensación áspera, sino luego de depilarse con cera, que deja suave tanto su culo como su copño, lo que lo hace más agradable al tacto.
Los genitales completamente descubiertos, al servicio de los pensamientos y deseos obscenos de ella misma, para satisfacerse de las formas en que solo su intimidad le dicte. El pensar en esto era un gran afrodisíaco, que la movía en los rincones más profundos de su psique.
A él, al parecer, también le gustaba. Aunque la comía cuando no se depilaba, parecía tener especial fijación en esos momentos en que ella se encontraba lampiña. Su lengua y su boca consumían su coño y su culo como si de una droga se tratara. En su boca quedaba implantada la hinchazón y todos los jugos eran disfrutados, como si de un gran coctel se trataba.
Pero eso fue solamente al principio. Mucho había pasado desde ese momento inicial. Y entre ese mucho, estaba ella, llenándose de lubricante e introduciéndose las bolas anales, para luego ser penetrada por él, mientras se masturbaba.
Un segundo orgasmo con bolas anales
Las sensaciones eran muy intensas. De no haber estado lo suficientemente excitada, tantas sensaciones tan fuertes se habrían sentido incluso dolorosas, pero ella estaba tan arriba que solo podía pensar en más. Más, más, le gritaba a él, y él le daba lo que pedía. De todas formas, aunque estaba disfrutando, en realidad estaba trabajando por el orgasmo de ella, que prometía ser potente. A él le excitaba muchísimo verla correrse, temblar, especialmente si se encontraba dentro, entonces las vibraciones las sentía también.
Entrando y saliendo, en la misma posición de perrita en que estaba la primera vez, el orgasmo llegó, más intenso que la primera vez, y como en esa ocasión se sacó rápidamente las bolas anales, estando aun ensartada por él.
Quería dejarse caer, pero él seguía dentro, así que se mantuvo en la posición como pudo, temblando y vibrando sobre él, que sentía en su cuerpo el orgasmo de ella.
En medio del éxtasis, una idea apareció en su mente, y no pudo evitar verbalizarla:
«Córrete sobre mí», le dijo entre jadeos.
Saliéndose de ella, se masturbó sobre ese cuerpo que seguía vibrando por el orgasmo, corriéndose rápidamente sobre su boca, que recibía abierta el semen, y abierta recibía también el pene semiduro y húmedo que tanto la había complacido.
Pero no solo el pene, sino su propia mano. Y, por supuesto, las bolas anales.
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