Placer morboso por los juguetes – Relato Erótico

Placer morboso por los juguetes – Relato Erótico

Hay algo en los juguetes sexuales que hace me genera un placer oscuro y a veces hasta culposo. Pero es placer, a fin de cuentas.

Ves, por ejemplo, una película de suspenso, donde al final esposan al malo, quien ha cometido todos esos crímenes y no sientes nada. Pero cuando unas esposas como esas están alrededor de tus muñecas, sin permitirte separar los brazos, sientes —o al menos yo siento— como un sentimiento morboso y placentero se apodera de mí. Estar esposada e inmovilizada, siendo penetrada duramente, es una sensación indescriptible.

—He sido una mala chica —le digo al oído, con una voz que lo enloquece—, merezco un castigo…

Tampoco siento nada cuando veo una forma fálica. Muchos creen que cuando que ves una zanahoria, ya te imaginas que es una polla. Pero cuando tengo un dildo entre mis manos y siento la piel suave  de la silicona—que se asemeja a la piel pero jamás termina de serlo—, ese placer y deseo morboso se apodera de mí.

Y mientras pienso eso, él con sus manos fuertes, me toma y me castiga. Solo soy una mala chica, y estoy lista para recibir este castigo. Porque disfruto ser una mala chica.

De rodillas, inclinándome sobre la cama, él cuidadosamente introduce el plug en mi culo para luego y aprietar las esposas, que están unidas y no me dejarán moverme. Disfruto de esta inmovilizdad, me parece tan obscena que siento hervir fuego dentro de mi.

Le pido que no me haga esperar más y que me folle. Pero como esto es un castigo, mis palabras no son escuchadas. En cambio se escuchar el sonido de succión por el juguete entrando en mi boca, el cual chupo como si fuera de verdad. Al entrar en mi coño, casi siento que palpita como uno de verdad.

Puedo oler cómo está desesperado y cómo también le gustaría jugar. Se que él lo desea tanto como yo lo deseo, pero de eso se trata: cuando no tienes lo que quieres, lo empiezas a deseas más y más. Y si alguien con hambre ve un delicioso plato de comida, es inevitable que su estómago empiece a rugir aun más fuerte.

Le cuesta entrar por el plug. Estoy tan excitada, y él está tan duro, que tiene que entrar lentamente, dejándome sentirlo por completo. Lo escucho gruñir y contenerse; se que desea follarme con todas sus fuerzas, pero es mejor comenzar de a poco.

Entra suave y lento. Estamos lubricados los dos. La lentitud se convierte en rapidez. Me embiste con dureza.

Le pido que se corra, que lo deseo dentro, y es entonces cuando para. Sigue siendo un castigo, a fin de cuentas, y ahora es su boca que se posa en mi coño, lamiendo alrededor, ubicándose en ese punto de placer tan singular. Y me genera tanto placer que no tardo en llegar a esa meta.

Solo entonces se apodera de mi coño que late con fuerzas, y que lo aprieta, para follárselo a voluntad y así correrse, que es lo que estábamos deseando los dos desde un principio.

—He sido una chica mala… —le digo, entre gemidos—, creo que no me has castigado lo suficiente…

Coge de nuevo el dildo, que en cualquier otra situación me parecería solo un pene de plástico. Pero en este contexto, se me hace tan obsceno y tan placentero que podría seguir por siempre.

Fin.