Guarde silencio, señorita bibliotecaria
La biblioteca de mi universidad es un símbolo arquitectónico de mediados del siglo pasado. Con vitrales coloridos y grandes salas silenciosas, donde los alumnos se sientan en total silencio a repasar esos viejos libros de páginas amarillentas y usadas hasta el cansancio. Todos los miércoles voy hasta el cuarto piso de la biblioteca y me siento en la misma mesa escondida, para tomar una larga siesta hasta mi siguiente clase en la tarde.
Sin embargo, últimamente me ha costado descansar adecuadamente pues la señorita López, me despierta cada vez que me encuentra dormido, indicándome que me retire a dormir a otro lugar. Al principio esto me enojaba mucho, pero con el paso del tiempo he comenzado a apreciar la compañía de la señorita bibliotecaria.
Sus falda apretada y su camisa desabotonada, ha logrado despertarme mucho mejor que los bruscos golpes que da en la mesa. Comencé a fantasear con lo que encontraría debajo de esa ropa, incluso me excitaba con sus palabras groseras y su desdén. Fue a finales de otoño, cuando el tiempo comenzaba a enfriarse aun más y la universidad tenía un flujo menor de estudiantes, que decidí atreverme con la señorita bibliotecaria.
-Señorita López, no encuentro un libro. dije a modo de saludo, logrando que ella me mirara sobre sus lentes, barriéndome de arriba hacia abajo con desdén, poniéndome duro de inmediato.
Di el nombre y la seguí por las estanterías, perdiéndome en el movimiento de sus caderas y su culo respingón.
-Espero que no te duermas esta vez, joven. La biblioteca no es un lugar para dormir, ya lo sabes. Explicó ella tranquilamente, entregándome el libro en la manos.
-Ya… Es que mis sueños no me dejan dormir, señorita. Sueño mucho con usted. Dije con una pequeña sonrisa, mirándola a los ojos.
Ella me miró sorprendida por un momento y de pronto mordió su labio, dudando claramente si preguntar. No obstante, la curiosidad le ganó rápidamente y con voz temblorosa, hizo la pregunta que estaba esperando.
-¿Qué sueñas? Puedes contarme.
-Prefiero mostrarle, si me lo permite. Propuse acercándome un poco más a ella.
-Esta bien, muéstrame.
Sin perder el tiempo con una respuesta, empuje suavemente a la señorita López contra una estantería y deslice mi mano por su muslo hasta el interior de su falda, donde encontré una braguitas de algodón totalmente mojadas. Aquello me excito aun más que si hubiera encontrado encaje y sin el menor pudor, gemí sobre su oído, sobrepasado por el deseo.
Mis dedos tiraron de la braguita a un lado y comencé a trazar círculos sobre su clítoris, haciéndola gemir alto de inmediato.
-¿Quien imaginaria que debajo de esa fachada decente, la señorita bibliotecaria tiene una bragas empapadas y un coño hambriento?. Mi preguntá pareció alterarla aun más, pues sus gemidos se convirtieron en pequeños gritos mientras mi mano trabajaba más rápido.
La quería corriéndose en mi mano. Quería que en su coño quedara la sensación de mis dedos. Quería tenerla dispuesta para follarla cuando quisiera, en donde quisiera y que de esa forma dejará de ser una jodida bibliotecaria cascarrabias.
-Oh Dios, creo que voy a…
-Guarde silencio, señorita bibliotecaria. Exigí tapando su boca con una mano y sintiendo su coño corriéndose con bruscos espasmos en mi mano. Cuando terminó, recogí el libro y me fui de ahí, sabiendo que la próxima vez, tendría a la señorita López totalmente dispuesta para mi.
Fin
0 Comments 1 enero, 2022