El dildo y la máquina de escribir
La última vez que gané un concurso literario, me preguntaron cómo había hecho para tener una racha tan buena. Yo quería dar una respuesta cínica, como mis historias, diciendo que soy parte del establishment y que por eso me lo dieron. Pero no era verdad.
La vieja Remington de los 60 que tengo mi habitación. Las teclas son duras, hace mucho ruido, y tengo que pensar muy bien cada palabra o la escribo mal. Es esta máquina del demonio, que bien pudo haber pasado por las manos de algún escritor que admiro, la que me hace ser la escritora que soy.
Con deseos de escribir relatos eróticos para una recopilación, o quizás una novela, cada vez que nos acostamos, me levanto y me siento a escribir; ella, sobre la cama, con su negro y corto cabello desordenado, me mira mientras se cubre las orejas con las almohadas.
—¿Acaso no era Miller el que hacía eso?
—¿Qué?
—Escribir justo después de follar.
—Dudo que a Miller le hayan comido el culo alguna vez como lo haces tú.
No tengo que verla para saber que sonríe. Se levanta y me besa el cuello.
—Ven a la cama de nuevo.
«—Ven a la cama de nuevo —dijo ella, con voz lasciva», escribo y me levanto, a tomar otra cuota de su cuerpo, otro orgasmo, otro clímax y otra liberación; otra cuota de literatura.
—A Miller tampoco le habría gustado tener dentro un dildo como este… tan suave, que entra en tu coño tan suave…
Gimo en su oreja mientras lo introduce en mí. Mete un dedo en mi culo y su lengua en mi boca. Me siento tan llena que solo quiero describir como me siento, gritarlo en una hoja de papel, y dejarlo enmarcado con la fuerza de mis dedos, que pueden escribir palabras y frotar un clítoris como nadie.
Las noches de verano son calientes; dormimos sin ropa y sin sábanas, y la luz del sol baña nuestros cuerpos desnudos.
En la mañana escucho algo que son como balazos, y pienso que es un sueño; que sueño con las guerras y con los problemas del mundo. Pero no son sueños.
Me levanto y me encuentro con que hay una hoja sobre mi máquina, completamente llena. Es ella, que me escribió un mensaje. ¿Qué será lo que dice?
«Quiero follarte hasta que el mundo se acabe Quiero follarte hasta que el mundo se acabe Quiero follarte hasta que el mundo se acabe…»
El juguete está limpio, pero aún tiene su esencia. Ella de seguro ahora está en el trabajo, sintiendo cosquilleos, pensando en que la leo y me pone, me pone muchísimo. Y que siento sus palabras mis oídos, aunque no las diga; que tomo el juguete, que está limpio, pero es como si lo sostuviera ella en sus manos; que me acaricio, que me froto, que me trato con dulzura, con firmeza y, al final, casi con odio; que todo esto sucede mientras repito una y otra vez en mi mente: «Quiero follarte hasta que el mundo se acabe…»
Destruida, necesito fuerzas para sentarme a escribir esto. Por ahora, me conformo con el cosquilleo y las palabras que ella no me dijo, pero que igual escucho retumbar en mis oídos.
0 Comments 16 agosto, 2021